Una vez tuve una novia. Fin.
Pequeña historia de una mujer que dejó escapar un tren para
ir en burro.
Yo era relativamente joven. Suficientemente pequeño como
para no saber nada, suficientemente mayor como para llevar una vida de hombre.
Compartimos durante un tiempo un precioso estudio en el centro de Madrid que
cambiamos por una casa bonita y grande en la sierra. Pero como todo lo que toco
se rompe, no pudo ser para siempre. Éramos ella, yo…. Y Yoko.
De mirada perdida, apetito voraz y constante torpeza, Yoko
es una preciosa bulldog francesa negra y blanca que fue mi perrastra durante
dos años. Once kilogramos de peso bajo una dura piel moteada con la que
compartí cama durante muchas y muchas noches. Sí, también andaba una mujer por
ahí, pero esto no va de eso. Va de amor del de verdad.
Con mucha suerte pasamos ocho décadas viviendo. O intentándolo.
Con suerte. De esas, las dos primeras son de descolocación y las dos últimas de
recuerdos. Nos queda apenas la mitad de la vida. Y la pasamos odiando,
envidiando y haciendo daño. Los animales no odian, no envidian y no hacen daño…
Mi vida con Yoko era fantástica. Me hacía sentir bien. Me despertaba
a lametones, obsesionada como estaba con mis pezones. Me obligaba a rascarla la
cabeza o me pegaba con la pata. Me dio disgustos, como un fallo en un ojo que
tuvimos que operar. Incluso destrozó muñecos o ropa.
Damos muchas vueltas al concepto de amar. Muchos lo sentimos
pero no lo entendemos. Yoko simplemente me quería. Me quería por encima de
todas las cosas. Porque eso es lo que quiere tu mascota, tu compañero,
quererte. Y sólo te pide una cosa a cambio, que le quieras. Y comida. ¡Se
supone que ellos son los animales! Siempre me he considerado muy animal en este
sentido. Yo amaba, amo o he amado de una forma muy instintiva. Sin cuestionarme
el porqué. Lo que defino como el amor de una mascota, en mi caso es el amor de
un masoka.
Si por algo me caracterizo es por no saber que quiero, y por
saber lo que no quiero. Pero hay algo que deseo. Algo tan difícil como que en
la misma semana te toque el Euromillón, gane el Atlético de Madrid la Liga y el
café del bar de abajo sepa a gloria. ¡Quiero un jodido amor animal! Querer y
que me quieran sin complicaciones. Querer y que me quieran sin dolor. Cambiar
amor por amor, sin más interés que ese. Y si no me quieren, tener la capacidad
que tienen perros y gatos para olvidar. En mi próxima vida quiero ser un perro
compañero.
YO DEJARÉ DE USAR CHANDAL POR TI: LA CONFIANZA
1 comentarios:
No se puede querer y que te quieran sin dolor, pero se puede pensar que un poco de oscuridad ayuda a ver mejor la luz, rollo ying yang. Buena entrada!
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