CUATRO GOTAS DE AMOR ANTES DE CADA COMIDA

martes, 17 de junio de 2014


Soy todo corazón y eso me hace mal. Soy muy sensible a la belleza.

Abrí los ojos al filo de las once de la mañana. Antes de eso son horas poco flamencas. Bajé a desayunar al bar. Soy un animal de los bares, siempre pasan cosas buenas. El amor comienza en los bares y se rompe en las casas. Pero no fui a la parroquia de siempre, donde creas una relación de amor odio y te sientes obligado a un esto no es lo que parece.

Pedí mi café con leche en vaso con dos sobres de sacarina y sin espuma por favor. Y allí estaba ella, en una mesa cercana. Morena, con un pelo largo precioso, ojos grandes y tipo esbelto. Pequeña de estatura, grande de impronta. Una preciosa piel oscura que con el paso del verano a buen seguro brillará más. Me enamoré antes de desayunar.

                Por eso pierdo la cabeza con tanta facilidad. Socio de la Soledad.

Un poco de escritura, un poco de ejercicio, una ducha. Había quedado para comer en el centro de Madrid, en esas calles en las que hay un recuerdo doloroso de mi vida cada 100 metros. Como el cementerio está lleno de valientes, no reniego del dolor.

Al salir de mi casa quedé hipnotizado. Aquella vecina que era una niña se ha convertido en mujer sin darme ni cuenta. De entrar con carpeta y mochila a salir con un vestido precioso. Mantenía los rasgos faciales de juventud; seguro que licenciada y quizá ennoviada con un alpha que la hará perder los papeles, solo su saludo y sonrisa me removieron por dentro. Me enamoré antes de comer.

Tantas ilusiones convertidas en canciones por cada mujer que conocí.

Comimos en mi japonés de referencia en mi barrio de referencia. Típica cita de actualización, de quetaltevá, quetaltefué, tenemos que volverá quedar. Uno, que es mucho de pasear, decidió proponerlo como plan previo a la sobredosis alcohólica. Había que bajar una copiosa comida. Y servidor, que es pobre pero caballero, pagó la cuenta. Al ir a saldar la deuda descubrí a una empleada que había escapado de mis ojos. Oriental, preciosa. Con un cuerpo digno de una diosa griega disfrazado de ninja. Me enamoré antes del café.

Esta vez no sé si gané o perdí.

Fuimos a tomar algo. El común de la gente queda para tomar algo, cuando ese algo se llama cerveza. Nos sentamos en una terraza de esas que te cobran por existir y te perdonan con la mirada. Y tas varias cervezas, sucumbí a la primavera. La calle estaba llena de preciosas mujeres de todo tipo. Fabulosas todas ellas. Asia a un lado al otro Europa. Sucumbí. Me enamoré antes de cenar.

Pero sufrí y también fui feliz.

Llegué a casa y volví a mi habitual soledad. Duermo poco y mal. Y como buen solitario que soy me encanta soñar despierto. Y es cuando más fuerte me enamoré, porque no hay amor más radical, irracional e intenso que el de los recuerdos. Dejé volar a mi mente, busqué un poco de acción. Soñé, lloré un poco y cuando mi cuerpo dejó de tener fuerzas cayó. Hubo una vez que me enamoré de verdad.

*Los versos corresponden a “Socio de la Soledad”. Canción de Andrés Calamaro, correspondiente al disco Honestidad Brutal. Una canción que podría llamarse Álvaro Velasco.
 

SEGURO A TODO RIESGO

lunes, 16 de junio de 2014


Estimado Señor Velasco:

La presente sirva para saludarlo y hacerle de su conocimiento la oferta actual que nuestra empresa “Seguros Corazón de Hierro” tiene disponible para el mercado. Esta consiste en un seguro a todo riesgo caracterizado por una cobertura total de sus sentimientos. Le ofrecemos convertir su pecho en un fortín en el que no haya cabida para ningún tipo de sufrimiento.
Le damos la oportunidad de conseguir varias capas de acero para su corazón consiguiendo que se convierta totalmente impermeable al dolor.

“Seguros Corazón de Hierro” le asegura que usted será feliz ya que no tendrá que preocuparse por nada relacionado a su futuro sentimental. Simplemente tendrá que interesarse por usted mismo y sus prioridades vitales sin importar nada ni nadie. 

También aprovecho la presente para informarle que usted cuenta, como cliente preferencial por sus múltiples fracasos y como uno de nuestros clientes más exclusivos, con unas coberturas extra como ‘desvirtualización de recuerdos’, ‘desmitificación de musas’, ‘inhibidor de protección’ y el mejor de nuestros productos: ‘asesino de lágrimas’.

Como contrapartida, nuestra cobertura no cubre daños a terceros y de todo el mal que usted pueda causar no nos hacemos responsables. Tenga usted en cuenta que al convertirse en un hombre de hojalata dejará de sentir dolor, pero también perderá la oportunidad de encontrar una pareja de equipo con la que comenzar aventuras, proyectos, viajes, conciertos, películas, cenas, desayunos, siestas, cigarrillos de después, paseos por la ciudad, enfados, reconciliaciones, confidencias, risas, llantos, gritos, silencios, besos de buenos días, besos de buenas noches, besos porque sí, besos porque no.

Estoy muy seguro que a usted le interesará mi propuesta, por eso agradezco su preferencia y lo espero para hacer negocios del corazón si finalmente decide firmar con nosotros.

Le saluda con afecto

Socio de la soledad
Presidente y fundador de “Seguros corazón de hierro”

NO, NO FIRMO. PREFIERO NO RENUNCIAR AL AMOR AUNQUE TENGA QUE AGUANTAR EL DOLOR.


Yo dejaré de usar chándal por ti: LA CONFIANZA
Yo dejaré de usar chándal por ti: AMAR COMO MASCOTAS

AMAR COMO MASCOTAS

jueves, 12 de junio de 2014


Una vez tuve una novia. Fin.

Pequeña historia de una mujer que dejó escapar un tren para ir en burro.

Yo era relativamente joven. Suficientemente pequeño como para no saber nada, suficientemente mayor como para llevar una vida de hombre. Compartimos durante un tiempo un precioso estudio en el centro de Madrid que cambiamos por una casa bonita y grande en la sierra. Pero como todo lo que toco se rompe, no pudo ser para siempre. Éramos ella, yo…. Y Yoko.

De mirada perdida, apetito voraz y constante torpeza, Yoko es una preciosa bulldog francesa negra y blanca que fue mi perrastra durante dos años. Once kilogramos de peso bajo una dura piel moteada con la que compartí cama durante muchas y muchas noches. Sí, también andaba una mujer por ahí, pero esto no va de eso. Va de amor del de verdad.

Con mucha suerte pasamos ocho décadas viviendo. O intentándolo. Con suerte. De esas, las dos primeras son de descolocación y las dos últimas de recuerdos. Nos queda apenas la mitad de la vida. Y la pasamos odiando, envidiando y haciendo daño. Los animales no odian, no envidian y no hacen daño…

Mi vida con Yoko era fantástica. Me hacía sentir bien. Me despertaba a lametones, obsesionada como estaba con mis pezones. Me obligaba a rascarla la cabeza o me pegaba con la pata. Me dio disgustos, como un fallo en un ojo que tuvimos que operar. Incluso destrozó muñecos o ropa.

Damos muchas vueltas al concepto de amar. Muchos lo sentimos pero no lo entendemos. Yoko simplemente me quería. Me quería por encima de todas las cosas. Porque eso es lo que quiere tu mascota, tu compañero, quererte. Y sólo te pide una cosa a cambio, que le quieras. Y comida. ¡Se supone que ellos son los animales! Siempre me he considerado muy animal en este sentido. Yo amaba, amo o he amado de una forma muy instintiva. Sin cuestionarme el porqué. Lo que defino como el amor de una mascota, en mi caso es el amor de un masoka.

Si por algo me caracterizo es por no saber que quiero, y por saber lo que no quiero. Pero hay algo que deseo. Algo tan difícil como que en la misma semana te toque el Euromillón, gane el Atlético de Madrid la Liga y el café del bar de abajo sepa a gloria. ¡Quiero un jodido amor animal! Querer y que me quieran sin complicaciones. Querer y que me quieran sin dolor. Cambiar amor por amor, sin más interés que ese. Y si no me quieren, tener la capacidad que tienen perros y gatos para olvidar. En mi próxima vida quiero ser un perro compañero.

YO DEJARÉ DE USAR CHANDAL POR TI: LA CONFIANZA

Yo dejaré de usar chandal por ti: LA CONFIANZA

martes, 10 de junio de 2014


Pasábamos unos días de vacaciones en una ciudad bastante fea del sur de España. Días anodinos pero divertidos de niños jugando a ser mayores que se quieren. Éramos pareja. Creo que los dos lo sentíamos así. Al menos yo sí. Ella no era especialmente guapa, ni especialmente inteligente. No era especialmente talentosa ni especialmente bondadosa, virtud que es un primor. No era especialmente nada, pero era especialmente todo.

Uno de los días, no recuerdo si más cercano al comienzo de nuestro viaje o a su final, bajamos a la playa. Bebimos unas cervezas. Siempre me han gustado las mujeres que beben. Y mucho más las que beben más que yo. Presumí de su topless en la playa mientras leía lo que muchos llaman cómic y unos poquitos llamamos tebeo. Sudando por el atosigante pero también excitante calor supongo que nos dijimos algunos te quieros de esos que se escupen, nos dimos unos besos de novios y reímos. Supongo que cometí alguna torpeza debida a mi deficiente coordinación, que ella se enfadó y pronto volvimos a los besos. Sólo supongo, porque apenas recuerdo.

Con los deberes de playa hechos volvimos a lo que mejor se nos daba. La bebida y los besos. Esta vez cambiamos de tercio. El tinto de verano fue nuestro siguiente objetivo. Animales de terraza como buenos falsos madrileños. Hijo de zamoranos, hija de manchegos, presumidos mocitos. No recuerdo si bebimos mucho, no recuerdo si bebimos poco. Realmente en mi cabeza hay pocas imágenes de un viaje que con el tiempo me enseñó que he necesitado tres décadas para saber que puedo amar. El niño que jugaba a ser mayor se había encaprichado del querer y lo intentaba. Y lo intentaba bien. Con el tiempo casi rememoro más el perderme un concierto de Andrés Calamaro y Fito Paéz al que fueron muchos camaradas de nuestro ejército de niños mayores y del que deserté. La edad también me ha convertido en un experto en perderme conciertos.

Pero sí hay un momento al que he viajado en muchas ocasiones. No voy a hablar de amor. Tomando aquellos tintos de verano, muy ricos, por cierto, compartimos terraza con un par de figuras. Hombre y mujer sacados de los años 90 de la Valencia más movida. Levante ha dejado de suministrarnos maquineros y empezó con los tronistas. Un Chimo Bayo pasado y su novia la chunga. Ninguno de los dos estaba como para ir a pasapalabra. Comenzaron a discutir, vaya usted a saber el motivo. Y ella, entre improperios y juramentos, arrojó un café caliente a la cara de su partenair.

Volvamos a nuestra mesa. Ella quería reír. Yo quería reír. Era todo estrambótico y divertido. Pero los niños que jugaban a ser pájaros de Portugal no se atrevieron. Nos miramos, cruzamos rayos. Y sentí algo muy bonito y por primera vez. Algo que luego se repetiría con otras personas y en muchas ocasiones, pero en ese momento era nuevo. Algo que me hizo vibrar. Sentí que mirándonos, podíamos leernos la mente. Que conectábamos. Que por primera vez en mi vida había llegado a tener la confianza con alguien de entenderme con una sola mirada.

El camino de mi vida me ha llevado a volver a vivir eso y además con un amor verdadero y adulto. Tener confianza con alguien. Amistad y amor. Qué gran sensación.

Ella no era especialmente nada, durante unos meses fue especialmente todo, y ahora es un contacto más perdido en un Facebook que apenas uso. Pero sé de buena tinta que lleva muchos años muy feliz, viviendo con un tipo mucho más alto que yo. Brindo por ello.
 

Mis cómicos de cabecera

  • Louis CK
  • Manu Kas
  • Dani Fontecha
  • Miguel Lago
  • Quique Macías
  • George Carlin
  • Iggy Rubin
  • JJ Vaquero
  • Luis Álvaro
  • Eddie Izzard
  • Ricky Gervais